La Ingeniería y el Hidrógeno Verde

Por Javier Brey, presidente de la Asociación Española del Hidrógeno (AeH2)

La Ingeniería ha sabido responder a los requisitos de la Humanidad a lo largo de la historia; las necesidades de alimento, vivienda, transporte o comunicación, entre otras, han venido satisfaciéndose gracias al ingenio humano, convertido, con el devenir de los siglos, en un oficio: el de ingeniero.

Sin embargo, estos requisitos han ido volviéndose, con el tiempo, más exigentes; la Humanidad se ha dado cuenta que no basta con satisfacer necesidades, sino que hay que hacerlo de un modo sostenible. Buena prueba de ello es el objetivo que, a nivel mundial, comienza a establecerse para lograr la “neutralidad climática” para mediados del Siglo XXI; en el caso de Europa, este objetivo ha quedado enmarcado en lo que denominamos el Green Deal, o el Pacto Verde Europeo.

Esa “neutralidad climática” nos exige reducir a cero las emisiones de dióxido de carbono en todos los sectores económicos (transporte, industria, residencial y energía); y sólo hay un modo de lograr este objetivo: mediante el uso del hidrógeno como vector energético.

El hidrógeno nos permite desplegar todo el potencial renovable de una geografía, de modo que la energía que no se emplee directa e instantáneamente en consumo eléctrico, sea convertida en hidrógeno mediante electrólisis del agua, produciendo así el llamado “hidrógeno verde” (de origen renovable). Este hidrógeno puede transportarse, almacenarse y distribuirse, y emplearse como un combustible alternativo del transporte (aéreo, naval, terrestre), como una alternativa al gas natural, como materia prima, o como un combustible industrial para producir calor de alta temperatura; y, obviamente, puede utilizarse para producir de nuevo energía eléctrica cuando no haya recurso renovable, contribuyendo así a la gestión del sistema eléctrico, al permitir un almacenamiento de energía a largo plazo y gran escala.

Es cierto que este concepto de “Economía del Hidrógeno” (usar el hidrógeno como un vector energético alternativo a los fósiles) no es nuevo; de hecho, es la tercera vez que se pone de moda; surgió allá por la década de los 70 del Siglo XX, con la crisis del petróleo, en EEUU, pero desapareció al acabar esa crisis; renació en EEUU y Europa al principio del Siglo XXI, con el auge de las renovables, pero desapareció de nuevo con la crisis económica de 2008; y, finalmente, vuelve ahora, en la década de 2020.

Sin embargo, hay tres indicadores que nos dicen que ahora viene para quedarse: el primero que la motivación no es la escasez o coste de los combustibles fósiles, sino el interés en descarbonizar todos los sectores; el segundo, que se trata de un movimiento global (todos los países lo están adoptando); y el tercero que, en estos años, las tecnologías del hidrógeno han madurado, avanzado e industrializado; en estas décadas, ingenieros de todo el mundo (también españoles) han contribuido a que la producción y el uso de hidrógeno sean más fiables, seguros, eficientes y económicos.

Pero nos queda un gran trabajo por delante. Hay que desplegar infraestructuras que nos permitan usar este combustible; hay que desarrollar grandes proyectos que nos permitan abaratar costes; hay que normalizar y estandarizar equipos y procesos; hay que desarrollar procedimientos de operación y mantenimiento; y hay que enseñar y formar en nuestras escuelas de Ingeniería.

Desde la Asociación Española del Hidrógeno nos preguntan muchas veces por “el importante papel que España va a jugar en la producción y exportación de hidrógeno renovable”; y siempre respondemos afirmativamente, pero completando la frase “y en el desarrollo, fabricación y exportación de productos, equipos, grandes plantas y servicios de ingeniería”; vamos a demostrar una vez más el ingenio español.

Javier Brey es Ingeniero de Telecomunicación por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad Pablo de Olavide.

Preside la Asociación Española del Hidrógeno (AeH2).

Nuestros asociados